jueves, 21 de mayo de 2020

Muertos numéricos

Llevamos más de 15.000 muertos en el Estado español por esta nuevaenfermedad que tiene nombre de robot: COVID-19.

Entre políticos y medios de comunicación han conseguido que no nos importe demasiado si son 8.000 o 22.000. Se trata de muertos invisibles, son como el dinero de la cuenta corriente, no lo vemos, son solo números. Intencionadamente o no, han puesto en marcha un sistema de información narcotizador que anestesia a la sociedad ante la pandemia para que no seamos conscientes de la magnitud de la tragedia. Los finados no son víctimas colectivas como las que ocurren en los terremotos o inundaciones, o un accidente aéreo, donde vemos todos los ataúdes juntos. Aunque estamos ante una calamidad que afecta a toda la sociedad, los muertos se producen en forma de goteo en muchos lugares diferentes, así que son individuales, aislados, solitarios, independientes uno de otro; un número más en la estadística, solo cifras. Así es difícil tener consciencia de la amplitud de la pandemia, además estamos encerrados en nuestras casas viviendo el confinamiento de puertas hacia adentro lo que hace más difícil tener conocimiento del mundo exterior. En este contexto, los medios de comunicación, no sé si motu proprio o siguiendo algún tipo de instrucción no escrita, no nos proporcionan ningún tipo de imagen de los fallecimientos producidos.

El Estado de las autonomías que ha arraigado firmemente entre los españoles, aunque a algunos les gustaría que se evaporase, tiene una gran ventaja para esto de contar muertos, y es que como cada uno se fija más en los de su comunidad, en los suyos, que en los de toda España, que quedan lejos, y sobre todo en esta situación de internamiento, siempre son muchos menos las muertes de una comunidad que los que suma España en total, y así no nos preocupamos tanto.

Las imágenes de los féretros de soldados americanos regreso de Vietnam contribuyeron notablemente a erosionar la popularidad del presidente americano Lyndon B. Johnson, tanto, que no pudo presentarse a la reelección. Desde entonces todos los gobiernos han sabido que los féretros son malos para los gobernantes. Sabiendo eso, en 1991, antes de la primera guerra del Golfo, el presidente George Bush (padre) prohibió a la prensa tomar fotos o grabar imágenes de estos ataúdes. Puede parecer que el gobierno español está llevando a cabo esta misma estrategia con la complicidad de los medios de comunicación.

Los gobiernos han aprendido bien que las imágenes de los muertos no juegan a su favor, pero, mi opinión es que, aunque no resulten agradables para nuestras emociones, las imágenes de la cruda realidad son necesarias para tener una adecuada y correcta percepción de lo que está ocurriendo: para adquirir una mentalización preventiva del riesgo de la enfermedad.

Sin embargo, las imágenes que sí se emiten son las de la solidaridad social, los aplausos, y de los supervivientes cuando salen de la UCI o abandonan el hospital, y de las que sí se habla es de las personas fallecidas cuando se elevan a la categoría de héroes sociales, como el personal sanitario fallecido por coronavirus. Se intenta destacar en exclusiva las ideas positivas, la entrega, el sacrificio, la responsabilidad, todos esos valores que la sociedad aprecia y que producen empatía.

No obstante, no hay imágenes de muertos, no hay féretros, no hay luto, no hay funerales, no hay entierros, no hay cremaciones, no hay grupos de familias tristes en un sepelio prohibido, no hay llantos, no hay cámaras, no hay entrevistas, no hay pérdida social, no hay lamentos. Nada que pueda incomodar a la opinión pública y que dé idea de las verdaderas dimensiones de la desgracia colectiva que nos envuelve. Ni una sola imagen de los ataúdes, o de algo que nos dé idea del número tan brutal de fallecimientos -el día 1 de abril se registraron casi mil muertes-. Algunas imágenes no son agradables, por supuesto, pero, el periodismo ha de hacer compatible no regocijarse en la perversidad de la noticia, con mostrar la realidad tal cuál es, sin ocultarla. Cuando algún día cronistas e historiadores estudien esta pandemia echarán en falta imágenes que documenten el desastre: tendrán solamente datos estadísticos declarados ante un micrófono por un ministro.

Pero, esta ocultación tiene un inconveniente, tiene un precio, sensibilizar a la sociedad ante un riesgo requiere una información veraz. Recordemos la eficacia de las campañas de la DGT para reducir los accidentes de tráfico: fueron calificadas de muy duras emocionalmente porque acercaba la muerte al público, pero el impacto que provocaba la campaña en la población objetivo fue muy efectivo. Se debería tener presente este principio básico de la prevención de riesgos: nadie se protege contra un riesgo que no percibe.

En el barómetro del CIS del mes de enero de este mismo año veo que el 70% de los españoles se enteran de un acontecimiento extraordinario a través de la TV, un 15% a través de las RRSS y solamente un 6% a través de la prensa y otro 6% a través de la radio. Está claro cuál es el medio predominante y el que puede formar y generar opinión en la sociedad mayoritariamente. Esto explica la impresionante presencia mediática en TV de los ministros y del propio presidente del gobierno con frecuentes y prolongadas comparecencias. Y esta es la razón por la que no quieren que unas dolorosas imágenes les empañen sus edulcorados discursos.

A las televisiones públicas y privadas se les ha olvidado ese principio informativo que suelen llevar a gala y que justifica el gran éxito de la televisión: UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS.


Algorta, 10 de abril de 2020

Javier Larrea

Este artículo fue publicado en los Blogs de la versión digital del periódico DEIA.
https://blogs.deia.eus/rincondelproteston/2020/04/11/muertos-numericos-por-javier-larrea/


Estoy realizando un estudio sociológico sobre los cambios sociales en Euskadi debido a la crisis de Covid-19. 
Si vives en Euskadi te invito a rellenarla, Gracias!!!


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