Algunos dirigentes, nacionales, autonómicos y
locales, han sido descubiertos aprovechándose de su posición para obtener el
beneficio de ser vacunados contra la covid-19 entre los primeros ciudadanos de
este país. Al conocerse los primeros casos surgieron con inmediatez las
primeras reacciones sociales contra esta práctica que ha sido considerada como
un abuso. El goteo de las informaciones que han ido revelando más y más casos han
convertido este fenómeno en un hecho destacable de la actualidad que está ocupando
las portadas de todos los noticiarios.
En este artículo, que presento en dos partes, pretendo analizar
con sosiego los hechos, más allá de la inmisericorde condena de telediario a
que han sido sometidos algunos de los actores, para obtener algunas conclusiones,
aunque sean políticamente incorrectas. En esta primera parte, doy un repaso a
las acusaciones y advierto que no todos los casos son iguales.
Llama la atención que la acusación pública de haber
perpetrado el supuesto abuso de poder para obtener un privilegio se centra
exclusivamente en los políticos, cuando en realidad entre quienes han accedido
de forma supuestamente irregular a la vacuna se encuentran políticos (alcaldes,
consejeros, concejales, directores generales), pero también funcionarios, militares,
religiosos (incluso un obispo), politécnicos, técnicos y personal civil que por
relación de parentesco o por otras circunstancias han tenido acceso a la vacuna,
antes de lo que aparentemente les correspondiera. Quiero resaltar la perversión
que logran los medios de comunicación, especialmente las televisiones que en
sus programas de máxima audiencia dan excesiva cancha a las diatribas políticas
logrando que la tacha moral que se imputa a los acusados se extienda
masivamente a toda la clase política.
Las acusaciones no son inocentes
Seríamos muy ingenuos si no percibiésemos que muchas de las
acusaciones son interesadas y que en la mayoría de los casos tienen
intencionalidad política. Si hurgamos en las feroces críticas a los políticos
que se han vacunado por razón de su cargo vemos que junto a su cargo (a veces
antes que su nombre) se mencionan las siglas del partido político que le ha
designado para ese puesto. A continuación, de forma simultánea se le pide la
dimisión personal de su cargo, y a su partido el cese del puesto e incluso la
suspensión de militancia o expulsión del partido, obviando casi siempre los
procedimientos garantistas de los que nos hemos dotado para no incurrir de
forma precipitada en decisiones injustas. Lamentablemente, se atribuye a los
partidos políticos más responsabilidad que al comportamiento personal de quien
se haya podido aprovechar de su cargo. Por ejemplo, en el caso del jefe del
Estado Mayor del ejército, el objetivo no era tanto su dimisión como buscar la
reprobación de la ministra de Defensa y del Gobierno. En el caso de los dos
directores de hospitales de Osakidetza en Euskadi, se ha visto que una vez
dimitidos y cesados, el hostigamiento político al gobierno y al partido al que
pertenecen ambos no ha cesado. En el caso de Murcia a pesar de que se han
vacunado más de 300 personas saltándose su protocolo, la presión se ha ejercido
de forma singular sobre el consejero de sanidad, su gobierno y su partido,
hasta conseguir su dimisión. Igualmente ha ocurrido con la alcaldesa de Molina
de Segura en Murcia que ya ha dimitido.
Los políticos se han cebado en la crítica sin cuartel contra
los casos de los cargos políticos de otros partidos esquivando el reproche de
los casos de los miembros de su propio partido, algo a lo que nos tienen
acostumbrados y que debería hacernos escarmentar para ser más refractarios ante
las ofensas de unos partidos contra otros. Los medios de comunicación con su
alineación ideológica han seguido como es habitual esta misma tónica. Algunos
sindicatos se han sumado también a la crítica política, que más allá de la
defensa de los intereses de los trabajadores, nos les debiera de corresponder.
No estoy quitando importancia a los hechos, ni estoy
defendiendo ningún comportamiento, simplemente estoy llamando la atención y
poniendo el foco en la crítica fácil y adulterada que se realiza, no siempre
con nobles intenciones. Debemos ser cautelosos ante estos ataques y ser
precavidos antes de dar por válidos los argumentos de los acusadores, sin
atender a la presunción de inocencia y sin tomar en consideración las razones y
circunstancias que hayan estado presentes en la adopción de las conductas
denunciadas.
No todos los casos son iguales
Parece indiscutible que la utilización del cargo o posición
en un sistema jerárquico para obtener un privilegio es algo reprobable. En este
caso el beneficio resultante es vacunarse antes de lo que debería corresponder.
Pero, en esta tesitura hay una circunstancia agravante de esta conducta: el
beneficio de quien se aprovecha causa un perjuicio a quien se le ha hurtado el
derecho a la vacuna que tenía asignado, según el protocolo. Y aquí no estamos
hablando de repartir una tarta, sino la oportunidad de librarse de un virus
mortal, o sea la posibilidad de morir o vivir.
Los protocolos de vacunación establecidos por las autoridades
sanitarias indican el orden de vacuna en función de la vulnerabilidad de los
grupos y colectivos de personas. En la primera etapa de vacunación se ha de
seguir este orden: (1) residentes y personal sanitario en residencias de
mayores y grandes dependientes; (2) personal de primera línea en el ámbito
sanitario y sociosanitario; (3) otro personal sanitario y sociosanitario; (4) grandes
dependientes no institucionalizados. Se podían haber establecido otros
protocolos, con otro orden; de hecho, ni socialmente hay unanimidad sobre
quienes deben ser vacunados los primeros, pero la norma existente y que debe
acatarse es esta.
Así que está bastante claro, mientras no estén vacunados
todos estos grupos, nadie que no pertenezca a ellos puede ser vacunado. Este es
el principio que los dirigentes han de observar y hacer cumplir y no hacerlo así
debería tener unas consecuencias. Y no solo los dirigentes, la norma es para
toda la sociedad, todas las personas debemos cumplir el protocolo, también son
infractores de la norma quienes mediante la picaresca se han colado y se han
vacunado sin que les correspondiese.
Pero no debemos generalizar, deberíamos distinguir entre los
distintos casos que se han producido y su casuística. No es lo mismo que se
vacune un alcalde de una población que no tiene ninguna relación con la enfermedad
o la sanidad que el director de un pequeño hospital con una elevada incidencia
de covid-19 entre sus pacientes y el personal sanitario y administrativo. No es
lo mismo que se vacune el director de un hospital en el que se ha vacunado a
todos los miembros de la plantilla que lo ha deseado que el vacunado sea el
gerente de un hospital en el que la mayoría del personal sanitario incluso los
de urgencias no han sido vacunados. No es lo mismo que sean vacunados los
sacerdotes que visitan a los enfermos de una residencia de mayores que se
vacune un obispo alejado de los pacientes de covid.
Aplicando el código católico de castigo de los actos que
atentan contra sus mandamientos podríamos calificar las faltas como pecado,
pero aun así existe la distinción entre pecado mortal y pecado venial, entre
distintas categorías de pecados, que vendría a ser la equivalencia al delito y
a la falta en nuestro código penal. Procede, por tanto, no dejarnos llevar por
un espíritu vengativo de sed de justicia y analizar cada caso con detenimiento
antes de emitir ningún veredicto y lapidar sin juicio a los acusados.
Afortunadamente se puede constatar que, al margen de los
posibles errores administrativos, los abusos intencionales de políticos han
sido escasos, una minoría estadísticamente insignificante, aunque quizás el
escarnio público al que han sido sometidos los casos descubiertos ha actuado de
forma preventiva y haya provocado el desistimiento de quienes tuviesen alguna
intención de seguir los mismos pasos.
En la segunda parte de este articulo trataré el contexto
social en que se producen estos hechos y la condena que pueden merecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario