lunes, 8 de noviembre de 2021

Hacia la sexta ola

Con la publicación de los datos de los principales indicadores Covid-19 del 1 al 7 de noviembre en el informe semanal del Gobierno vasco se confirma lo que se veía venir. Observando el gráfico  de la evolución de incidencia acumulada (IA 14 días) de las últimas siete semanas es sencillo deducir lo que está pasando.

A primeros del mes de octubre el Gobierno vasco anunciaba la finalización de la situación de emergencia en Euskadi para alegría de los vascos que tras haber pasado más de un año con las restricciones por la covid-19 más severas del Estado español se encontraba con unas posibilidades de socialización prácticamente iguales a las de antes de la declaración del estado de alarma y salvo algunas ligeras restricciones como la de tener que llevar mascarilla en interiores o cuando no se cumpliesen las medidas de distancia de 1,5 metros con otras personas se podía volver a llevar una vida normal.

La sociedad busca la vieja normalidad

Esa recuperación de la vida normal, o vuelta a la vieja normalidad, ha coincidido con la vuelta al trabajo de muchos trabajadores que estaban en ERTE y con una importante reactivación de la economía; así como con los deseos inmensos de reanudar las reuniones grupales con nuestros familiares, dar cumplimiento a las celebraciones aplazadas y satisfacer las ganas contenidas de reunirnos con las amistades, y de ahí, quizás, los macrobotellones y fiestas colectivas en que dar rienda suelta a las emociones contenidas durante mucho tiempo; sin olvidarnos de las ansias por realizar viajes que habían estado prohibidos.

También hemos de tener en cuenta que, ya sea debido al miedo al contagio por parte de algunos y a la privación de la movilidad en otros, se ha producido un gran ahorro en las economías familiares (este verano se alcanzaba la cifra récord de ahorro de más de 900 mil millones de euros en las familias españolas), lo que ahora ofrece una gran liquidez y disponibilidad para afrontar gastos. Prueba de ello es que en las últimas semanas en imposible ir a comer o cenar a un restaurante sin haber reservado con cierta antelación. La semana pasada se publicaba la noticia de que en Bizkaia se habían reservado todas las plazas disponibles para los cotillones de nochevieja. Otro dato que apunta en esa dirección del disparo del consumo es el desabastecimiento mundial del comercio; las fábricas y el tráfico marítimo global, tras el parón provocado en la pandemia no dan abasto a satisfacer la demanda existente.

Este entusiasmo colectivo por salir, estar en la calle, viajar, comprar y relacionarnos compulsivamente con los demás nos conduce a una mayor interacción social que como ya sabemos de sobra es lo que produce los contagios de esta enfermedad de la que, además de no ser inocua, desconocemos los efectos secundarios que puede producir a medio y largo plazo a quienes la han padecido.

Nueva alerta
El titular con el que se abren los informativos de TV en Euskadi es de nuevo la evolución creciente de la incidencia acumulada en los últimos 14 días: este lunes ya hemos superado 100 casos por cien mil habitantes. Ya en algunas localidades se superan los 1.000 casos por 100.000 habitantes de incidencia acumulada en los últimos 14 días. Y desde las autoridades sanitarias y los máximos representantes políticos nos advierten que estamos ante una situación preocupante y nos dejan caer que como esto siga así no hemos de descartar que se adopten nuevas medidas restrictivas antes de las navidades.

Ante estos avisos, que no sé bien si son advertencias de recomendación o amenazas podemos realizarnos algunas preguntas:
Primera: ¿Surtirán efecto estos avisos entre la población?
Segunda: ¿A partir de qué IA o qué datos de otros indicadores el gobierno pretende adoptar medidas de contención?
Tercera: ¿Se atreverá el gobierno a adoptar medidas duras de confinamiento y de restricción de la movilidad antes de las fiestas navideñas?
Cuarta: ¿Se pregunta el gobierno si está haciendo algo mal, o si podría corregir algo para que la sociedad a la que dirige, gobierna e intenta proteger se dirija irremisiblemente hacia una nueva ola?
Con la certeza de que la contestación a estas preguntas está rodeada de altas dosis de especulación me voy a permitir la licencia de aventurar algunas claves que a mi entender pueden ayudar a acercarnos a las respuestas.

Las claves para intuir las respuestas
Las advertencias realizadas por políticos surten poco efecto. En cualquier curso de comunicación en situaciones de crisis se explica que los políticos no gozan de mucha credibilidad, sin embargo, estos no pierden la oportunidad de ponerse delante de las cámaras y micrófonos tan pronto tienen la oportunidad. En general la clase política está muy desprestigiada ante los ciudadanos (en Euskadi no hay mucha diferencia) por lo que no debemos esperar que de sus mensajes se produzcan muchos efectos positivos. Yo les recomendaría que intentasen otro tipo de mensajes y con otros actores.

Tras las duras medidas de cada ola, la sociedad, no como un conjunto, sino cada persona como un individuo ha entendido que ya podía relajar su comportamiento y dejar de cumplir con las obligaciones impuestas, entendiendo que ya se había superado la crisis. Tenemos el antecedente de que en cinco ocasiones anteriores la sociedad se ha comportado de igual manera y por lo tanto no veo razones para considerar que en esta ocasión sea diferente: es notorio que ahora están ascendiendo los contagios y no creo que ninguna persona crea que sea por culpa suya por lo que en las próximas semanas cada cual seguirá haciendo el mismo tipo de vida que está llevando en el último mes. Por lo tanto, si nadie modifica el comportamiento estamos ante la inexorable sexta ola.

Suponiendo que los ciudadanos hagan caso omiso a las advertencias de su gobierno y que la IA siga subiendo estaría bien que el gobierno supiese ya a partir de que IA de la sexta ola se van a adoptar medidas y qué medidas son; y que tuvieran la deferencia de hacerlo público. No solo porque así sabremos que tenemos un gobierno que no improvisa, que planifica con antelación, sino porque además los ciudadanos nos merecemos esa transparencia que con tanta frecuencia se les olvida a nuestros gobernantes.

Dicho esto, no creo que el gobierno se atreva antes de las fiestas navideñas a adoptar medidas duras de confinamiento territorial o de limitación de la movilidad a no ser que se alcancen los 500 casos por cien mil habitantes. En una proyección de la evolución de la IA partiendo de los datos del 7 de noviembre hasta final de año, considerando una estimación de un índice de reproductividad alrededor de 1,2 alcanzaríamos una IA de unos 400 casos, por lo que presumo que si todo sigue en esta línea de evolución el gobierno vasco se limitará a adoptar medidas light de contención de los contagios.

Por otra parte, se sabe que con la mayor parte de la población vacunada la letalidad es suficientemente baja como para no ser preocupante ni que al gobierno le produzca dolores de cabeza. Recordemos que la pandemia ha sido abordada en todo momento como una emergencia sanitaria cuyo objetivo principal ha sido mantener la respuesta sanitaria en unos niveles en los cuales el sistema hospitalario tuviese capacidad de dar respuesta al número de contagiados. En las olas anteriores la reacción de las administraciones se ha producido cuando el número de incidencia acumulada hacía presagiar dificultades en la respuesta sanitaria y eso no está ocurriendo aquí todavía. Recordemos que uno de los criterios para levantar los confinamientos y las restricciones de movilidad ha sido el porcentaje de personas que había en las UCI en cada comunidad, es decir el porcentaje de ocupación en camas UCI; y ese número se mantiene estable.

Dudo que ningún gobierno esté preparado para reconocer errores en público, así que esto no va a pasar. Aunque podría considerarse un error de procedimiento suspender los informes diarios Osakidetza dando cuenta de la evolución de los contagios con lo que se trasladó a la opinión pública que ya habíamos superado la emergencia COVID-19.

Se pueden apreciar fallos en la estrategia de comunicación de la gestión de la pandemia que altera la percepción del riesgo que los ciudadanos han de tener ante situaciones de extrema gravedad.

Entiendo que es complejo para una portavoz lanzar simultáneamente mensajes de euforia institucional y de malos presagios y alarma social. Es difícilmente compatible para una consejera de sanidad decir: "somos muy buenos en esto y lo estamos haciendo muy bien", y a continuación, o al día siguiente declarar: "comportaos bien porque nos está empezando a ir mal".

Otro posible error que conlleva que la percepción del riesgo por parte de los ciudadanos sea actualmente muy baja han sido los mensajes institucionales triunfalistas sobre la famosa inmunidad de rebaño y malentenderse que la vacuna masiva nos iba a producir inmunidad ante la enfermedad lo que no es exactamente así, si se entiende por inmunidad la resistencia total al contagio por el virus.

Y tampoco ayuda al prestigio institucional el, a mi juicio, desvarío judicial que con sus sentencias e intromisión en el poder legislativo está pretendiendo dictar las normas que corresponden a los gobiernos legítimos elegidos por los ciudadanos. Su interferencia ha confundido en exceso a los ciudadanos, anulando la legislación que en definitiva tan solo pretendía defender la vida de los ciudadanos.

Las auténticas respuestas a las preguntas las tendremos dentro de unas semanas.


Javier Larrea, 8 de noviembre de 2021.

Publicado en el periódico DEIA el 11 de noviembre de 2021

 

 

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