Con la
publicación de los datos de los principales indicadores Covid-19 del 1 al 7 de
noviembre en el informe semanal del Gobierno vasco se confirma lo que se veía
venir. Observando el gráfico de la evolución de incidencia acumulada (IA 14 días) de las últimas siete semanas es sencillo deducir
lo que está pasando.
A primeros del mes de octubre el Gobierno
vasco anunciaba la finalización de la situación de emergencia en Euskadi
para alegría de los vascos que tras haber pasado más de un año con las
restricciones por la covid-19 más severas del Estado español se encontraba con
unas posibilidades de socialización prácticamente iguales a las de antes
de la declaración del estado de alarma y salvo algunas ligeras restricciones
como la de tener que llevar mascarilla en interiores o cuando no se cumpliesen
las medidas de distancia de 1,5 metros con otras personas se podía volver a
llevar una vida normal.
La sociedad busca la vieja normalidad
Esa recuperación de la vida normal, o
vuelta a la vieja normalidad, ha coincidido con la vuelta al trabajo de
muchos trabajadores que estaban en ERTE y con una importante reactivación
de la economía; así como con los deseos inmensos de reanudar las reuniones
grupales con nuestros familiares, dar cumplimiento a las
celebraciones aplazadas y satisfacer las ganas contenidas de
reunirnos con las amistades, y de ahí, quizás, los macrobotellones y
fiestas colectivas en que dar rienda suelta a las emociones contenidas durante
mucho tiempo; sin olvidarnos de las ansias por realizar viajes que habían
estado prohibidos.
También hemos de tener en cuenta que, ya
sea debido al miedo al contagio por parte de algunos y a la privación de la
movilidad en otros, se ha producido un gran ahorro en las
economías familiares (este verano se alcanzaba la cifra
récord de ahorro de más de 900 mil millones de euros en las familias
españolas), lo que ahora ofrece una gran liquidez y disponibilidad para
afrontar gastos. Prueba de ello es que en las últimas semanas en imposible ir a
comer o cenar a un restaurante sin haber reservado con cierta antelación. La
semana pasada se publicaba la noticia de que en Bizkaia se habían reservado
todas las plazas disponibles para los cotillones de nochevieja. Otro dato
que apunta en esa dirección del disparo del consumo es el desabastecimiento
mundial del comercio; las fábricas y el tráfico marítimo global, tras el
parón provocado en la pandemia no dan abasto a satisfacer la demanda
existente.
Este entusiasmo colectivo por salir, estar
en la calle, viajar, comprar y relacionarnos compulsivamente con los demás nos
conduce a una mayor interacción social que como ya sabemos de sobra es lo que
produce los contagios de esta enfermedad de la que, además de no ser inocua,
desconocemos los efectos secundarios que puede producir a medio y largo plazo a
quienes la han padecido.
Nueva alerta
El titular con el que se abren los
informativos de TV en Euskadi es de nuevo la evolución creciente de la
incidencia acumulada en los últimos 14 días: este lunes ya hemos superado
100 casos por cien mil habitantes. Ya en algunas localidades se superan los
1.000 casos por 100.000 habitantes de incidencia acumulada en los últimos 14
días. Y desde las autoridades sanitarias y los máximos representantes
políticos nos advierten que estamos ante una situación preocupante y nos
dejan caer que como esto siga así no hemos de descartar que se adopten nuevas
medidas restrictivas antes de las navidades.
Ante
estos avisos, que no sé bien si son advertencias de recomendación o amenazas
podemos realizarnos algunas preguntas:
Primera:
¿Surtirán efecto estos avisos entre la población?
Segunda: ¿A partir de qué IA o qué datos
de otros indicadores el gobierno pretende adoptar medidas de contención?
Tercera: ¿Se atreverá el gobierno a
adoptar medidas duras de confinamiento y de restricción de la movilidad antes
de las fiestas navideñas?
Cuarta: ¿Se pregunta el gobierno si está
haciendo algo mal, o si podría corregir algo para que la sociedad a la que dirige,
gobierna e intenta proteger se dirija irremisiblemente hacia una nueva ola?
Con la certeza de que la contestación a
estas preguntas está rodeada de altas dosis de especulación me voy a permitir
la licencia de aventurar algunas claves que a mi entender pueden ayudar a
acercarnos a las respuestas.
Las claves para intuir las respuestas
Las advertencias realizadas por políticos
surten poco efecto. En cualquier curso de comunicación en situaciones de crisis
se explica que los políticos no gozan de mucha credibilidad, sin embargo, estos
no pierden la oportunidad de ponerse delante de las cámaras y micrófonos tan
pronto tienen la oportunidad. En general la clase política está muy
desprestigiada ante los ciudadanos (en Euskadi no hay mucha diferencia) por lo
que no debemos esperar que de sus mensajes se produzcan muchos efectos
positivos. Yo les recomendaría que intentasen otro tipo de mensajes y con otros
actores.
Tras las duras medidas de cada ola, la
sociedad, no como un conjunto, sino cada persona como un individuo ha entendido
que ya podía relajar su comportamiento y dejar de cumplir con las obligaciones
impuestas, entendiendo que ya se había superado la crisis. Tenemos el
antecedente de que en cinco ocasiones anteriores la sociedad se ha comportado
de igual manera y por lo tanto no veo razones para considerar que en esta
ocasión sea diferente: es notorio que ahora están ascendiendo los contagios y
no creo que ninguna persona crea que sea por culpa suya por lo que en las
próximas semanas cada cual seguirá haciendo el mismo tipo de vida que está
llevando en el último mes. Por lo tanto, si nadie modifica el comportamiento
estamos ante la inexorable sexta ola.
Suponiendo que los ciudadanos hagan
caso omiso a las advertencias de su gobierno y que la IA siga subiendo estaría
bien que el gobierno supiese ya a partir de que IA de la sexta ola se van a
adoptar medidas y qué medidas son; y que tuvieran la deferencia de hacerlo
público. No solo porque así sabremos que tenemos un gobierno que no
improvisa, que planifica con antelación, sino porque además los
ciudadanos nos merecemos esa transparencia que con tanta frecuencia se les
olvida a nuestros gobernantes.
Dicho esto, no creo que el gobierno se
atreva antes de las fiestas navideñas a adoptar medidas duras de confinamiento
territorial o de limitación de la movilidad a no ser que se alcancen los 500
casos por cien mil habitantes. En una proyección de la evolución de la IA
partiendo de los datos del 7 de noviembre hasta final de año, considerando una
estimación de un índice de reproductividad alrededor de 1,2
alcanzaríamos una IA de unos 400 casos, por lo que presumo que si todo
sigue en esta línea de evolución el gobierno vasco se limitará a adoptar
medidas light de contención de los contagios.
Por otra parte, se sabe que con la mayor
parte de la población vacunada la letalidad es suficientemente baja como para
no ser preocupante ni que al gobierno le produzca dolores de
cabeza. Recordemos que la pandemia ha sido abordada en todo momento como
una emergencia sanitaria cuyo objetivo principal ha sido mantener la
respuesta sanitaria en unos niveles en los cuales el sistema hospitalario
tuviese capacidad de dar respuesta al número de contagiados. En las olas
anteriores la reacción de las administraciones se ha producido cuando el número
de incidencia acumulada hacía presagiar dificultades en la respuesta sanitaria
y eso no está ocurriendo aquí todavía. Recordemos que uno de los criterios para
levantar los confinamientos y las restricciones de movilidad ha sido el
porcentaje de personas que había en las UCI en cada comunidad, es decir el
porcentaje de ocupación en camas UCI; y ese número se mantiene estable.
Dudo que ningún gobierno esté
preparado para reconocer errores en público, así que esto no va a pasar.
Aunque podría considerarse un error de procedimiento suspender los
informes diarios Osakidetza dando cuenta de la evolución de los contagios con
lo que se trasladó a la opinión pública que ya habíamos superado la emergencia
COVID-19.
Se pueden apreciar fallos en la estrategia
de comunicación de la gestión de la pandemia que altera la percepción del
riesgo que los ciudadanos han de tener ante situaciones de extrema gravedad.
Entiendo que es complejo para una portavoz
lanzar simultáneamente mensajes de euforia institucional y de malos presagios y
alarma social. Es difícilmente compatible para una consejera de sanidad decir:
"somos muy buenos en esto y lo estamos haciendo muy bien", y a
continuación, o al día siguiente declarar: "comportaos bien porque nos está
empezando a ir mal".
Otro posible error que conlleva que
la percepción del riesgo por parte de los ciudadanos sea actualmente muy
baja han sido los mensajes institucionales triunfalistas sobre la famosa
inmunidad de rebaño y malentenderse que la vacuna masiva nos iba a producir
inmunidad ante la enfermedad lo que no es exactamente así, si se entiende por
inmunidad la resistencia total al contagio por el virus.
Y tampoco ayuda al prestigio institucional
el, a mi juicio, desvarío judicial que con sus sentencias e intromisión en el
poder legislativo está pretendiendo dictar las normas que corresponden a los
gobiernos legítimos elegidos por los ciudadanos. Su interferencia ha
confundido en exceso a los ciudadanos, anulando la legislación que en
definitiva tan solo pretendía defender la vida de los ciudadanos.
Las auténticas respuestas a las preguntas
las tendremos dentro de unas semanas.
Javier Larrea, 8 de noviembre de 2021.
Publicado en el periódico DEIA el 11 de noviembre de 2021