jueves, 10 de diciembre de 2020

EL MALESTAR SOCIAL ELECTORAL (PARTE I)

Desde una óptica político-social, abordo en este ensayo aquellos indicadores sociales de los que han de estar pendientes los partidos políticos, bien para lograr acceder al poder o bien para no perderlo. La hipótesis que mantengo en este trabajo es que el malestar social es la causa por la cual los partidos políticos pierden las elecciones, por lo que deberían estar muy atentos a las muestras sociales de este malestar para no perder el gobierno cuando lo ostentan. Mostraré algunos casos en los que se ha producido este fenómeno además de exponer mis reflexiones personales.

El concepto de malestar

Son varios los conceptos de malestar que podemos manejar y diversas las interpretaciones del término malestar. Para Pardo J. L. (2017)[1] es obvio que se relaciona con el término bienestar, pero de una manera inconcreta:
Pero este término [Malestar] es, naturalmente, demasiado ambiguo e inespecífico como para que a través de él pueda vislumbrarse con claridad un concepto. (…) el malestar designa un tipo de trastorno que, más por su indefinición que por su levedad, la medicina clínica es incapaz de tratar, afrontar o curar, precisamente por la indeterminación de sus causas y la variedad de sus síntomas, que no parecen obedecer a ningún síndrome concreto”.

Entiendo que el concepto de malestar lo podemos interpretar como antagónico al de bienestar.  que Ricchini y Cerdeira[2] afirman:
“el malestar social está en la civilización, es un componente estructural de la misma” (…) “un concepto como el de bienestar que, sin duda, con mayor o menor éxito, ha ocupado a todas las sociedades de todos los tiempos”.


Y si el bienestar, concepto subjetivo, ha existido siempre, también el malestar estará siempre presente.

En su libro sobre el desencanto social Germán Pérez[3] recoge que el malestar con la democracia se convierte en desconfianza hacia las instituciones democráticas y sus prácticas democráticas no participativas.

“Uno de los indicadores más sobresalientes en este sentido es que la mayoría de las sociedades valoran y defienden la democracia, pero se sienten crecientemente defraudadas por la ineficacia e ineficiencia del sistema político, dudan cada vez más de su legitimidad para representar sus intereses y a la vez demandan mayor efectividad de parte del Estado y espacios públicos para su participación”


El malestar que voy a tratar en este trabajo tiene un vínculo directo con esta visión pues se relaciona principalmente con la acción política, que desarrollan los partidos políticos en las democracias, y su pérdida de prestigio y credibilidad, que son consecuencia de las estrategias de los partidos y sus gobiernos para mantener el gobierno y el poder.

Mantener el gobierno, mantener el poder

Mantener el gobierno es mantener el poder, es en teoría mantener la capacidad de desarrollar las políticas que se contienen en la ideología del partido y en el programa electoral; pero en primera instancia no es más que defender la posición.

Resultan muy ilustrativas de ello dos citas de la clase de Michelle Foucault en el curso Seguridad, territorio y población[4], en la primera comenta la obra El Príncipe:
“el objetivo del ejercicio del poder va a ser; por supuesto, mantener; reforzar y proteger este Príncipe, entendido no como el conjunto constituido por los súbditos y el territorio, EL Principado objetivo, si se quiere, sino como la relación del Príncipe con su posesión: ese territorio que ha heredado o que ha adquirido y los súbditos que le están sometidos. Este Principado, como relación del Príncipe con sus súbditos y con su territorio es lo que se trata de proteger; y no directa o fundamentalmente el territorio y sus habitantes. El vínculo frágil del Príncipe con su Principado es lo que el arte de gobernar; el arte de ser Príncipe presentado por Maquiavelo, debe tener como objetivo”.


Si nos tomamos la libertad de sustituir las palabras “Principado” por ESTADO y “Príncipe” por GOBIERNO, veremos que su lectura nos resulta más familiar con nuestra actualidad política.

No es que yo comparta esa visión de Nicholas Maquiavelo sobre el poder, estoy más de acuerdo con la definición de La Perrière: «Gobierno es la recta disposición de las cosas de las que se hace uno cargo para conducirlas a un fin conveniente». Para entender ese gobierno de las cosas se apoya Foucault[5] en el ejemplo del gobierno de un barco (que tan bien conozco por mi profesión de marino y por haber ejercido el mando y gobierno de un barco durante varios años):

“(…) la metáfora inevitable a la que siempre se hace referencia en estos tratados del gobierno, la metáfora del barco. ¿Qué es gobernar un barco? Por supuesto, es hacerse cargo de los marineros, pero es hacerse cargo al mismo tiempo del navío, de la carga; gobernar un barco es también tener en cuenta los vientos, los escollos, las tormentas, las inclemencias; y esta puesta en relación de los marineros que hay que salvar con el navío que hay que salvaguardar; con la carga que hay que llevar a puerto, y sus relaciones con todos esos elementos que son los vientos, los escollos, las tormentas, es esta puesta en relación lo que caracteriza el gobierno de un barco.”


Esta metáfora del buen gobierno me resulta útil para expresar que un gobernante, un gobierno, al igual que el capitán del barco, tiene que estar en todo, atento a los factores propios que hay que salvaguardar, como son la tripulación, el buque y la carga, como a los factores externos, las amenazas: los escollos, las tormentas, las inclemencias, es decir a aquellos elementos productores de malestar.

Macchiavello con el pragmatismo político que le caracteriza, expone en El Príncipe[6] su firme defensa de los principios flexibles a la hora de mantener el poder:
“Un Príncipe, (…), que quiere mantenerse, debe comprender bien que (…) a menudo, para conservar el orden en un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, (..) y aun contra su religión”.

Y siguiendo con la licencia de modernización de textos, si en esta cita de El Príncipe sustituimos “Príncipe” por "partido", “fe” por “ideología”, y “religión” por “programa político” nos queda un manifiesto eminentemente actual que me resulta útil para la tesis que estoy defendiendo. La interpretación es, que todo vale con tal de mantenerse en el poder y en especial, en este párrafo, para mantener el orden del Estado, como medio para mantenerse en el poder.

Objetivo político: el poder

Los partidos políticos, se constituyen como organizaciones que tienen como fin llevar a cabo el gobierno de las comunidades, naciones o estados democráticos, mediante un sistema de participación de los ciudadanos en los parlamentos, en el que todos los sectores sociales puedan encontrarse representados. La creación del sistema de partidos políticos tiene origen en el Reino Unido en el siglo XIX para luego extenderse por Europa y por muchos países del resto del mundo.

La existencia de diferentes partidos políticos responde a las diferentes ideologías existentes en la sociedad dividiéndose por lo general en dos bloques: por una parte, la denominada “derecha” constituida por partidos de tipo conservador que tienden a defender los privilegios de las élites aristocráticas antaño, y hoy en día de quienes ostentan el poder económico; y por otra parte la “izquierda” en el que se sitúan aquellos partidos que luchan por los más desfavorecidos deseando una mayor solidaridad social, con un reparto más equitativo de la riqueza. Esta distinción ideológica mantiene su vigencia en la actualidad y ambas posiciones pugnan por alcanzar el poder para imponer sus programas políticos desde los parlamentos legislativos y a través de los gobiernos ejecutivos que gestionan las administraciones públicas de los países.

Los partidos aspiran a obtener la supremacía política, y el modo en el que los partidos pueden obtenerla en democracia es resultando ganadores en un sistema de elecciones, realizadas con cierta periodicidad (por lo general, entre 4 y 6 años), al que se convoca a los ciudadanos, que en este proceso se convierten en electores. La participación ciudadana en las democracias se realiza mediante la emisión de un voto unipersonal y secreto basada en el principio de que todos los votos tienen el mismo valor. Del resultado del escrutinio saldrá elegido el partido ganador (dependiendo del sistema electoral de cada Estado) a las elecciones presidenciales, o parlamentarias. El partido triunfante será el que pueda llevar a cabo su programa electoral en el marco que la constitución o las leyes le permitan. Además, el partido vencedor tendrá el derecho a situar a quien quiera en los puestos de dirección de los ministerios, secretarías, direcciones y subdirecciones generales, empresas públicas, etc.; esto supone un botín en forma de miles de puestos de trabajo, de libre designación, bien remunerados e influyentes, para personas de su confianza que por lo general serán afiliados al partido ganador.

En esta tesitura, el partido hegemónico dispondrá de la capacidad de aprobar leyes y establecer nuevas disposiciones para aplicar y hacer cumplir las propuestas, las promesas, recogidas en el programa electoral.

Pero, para ello, como he indicado, es preciso ganar esas elecciones. Nada es posible conseguir para un partido político si no participa en los procesos electorales y obtiene los resultados que le permitan acceder al poder. Pero, quienes deciden qué ideas políticas triunfan y qué partidos ganan son los electores y por eso, de la misma forma que para la sociedad de consumo las personas somos consumidoras y para las empresas somos clientes; para los partidos, los ciudadanos nos convertimos en electores.

Así pues, los partidos políticos modernos son conscientes de que su objetivo imprescindible es obtener el gobierno y para ello es necesario ganar las elecciones de sus ámbitos electorales. Por ello, se han convertido en aparatos de poder. Su estructura interna antes de prepararse para ejercer el poder, ha de organizarse para conquistar el gobierno mediante la contienda electoral en la que no hay otro objetivo que lograr resultar vencedor. Por esta razón, los ciudadanos pasamos a estar categorizados todo el tiempo, no solamente en el periodo de campaña electoral, sino todo el tiempo, como electores. Durante el mandato de gobierno o periodo de legislatura, todas las acciones de gobierno, leyes, decretos, resoluciones, tomas de postura, acciones ante los conflictos sociales, medidas económicas y fiscales adoptadas, manifestaciones públicas, apoyos a movimientos sociales, etc., todos, absolutamente todos los movimientos de los partidos que gobiernan, están orientados para no perder la confianza de los ciudadanos en tanto que son electores, son votantes.

Naturalmente, todos los fenómenos sociales tienen un efecto multicausal y también un vuelco electoral está producido por varias causas, pero en este ensayo me centro en cuáles han sido esos factores, determinantes de la pérdida de confianza de los electores, a los que yo agrupo bajo la calificación de malestar social electoral, ese malestar que aparece en las elecciones democráticas.

Propaganda del bienestar

El poder de elección que tiene el ciudadano mediante su voto es el que puede producir que un partido que aspira a conseguir el poder lo obtenga o no, y también que un partido que está en el poder lo pierda o lo conserve. En consecuencia, los partidos políticos en los países democráticos son organizaciones de gestión del poder y para ello se han convertido irremediablemente en máquinas de propaganda electoral.

Para conseguir la victoria electoral, los politólogos, sociólogos y expertos en comunicación de los partidos y de los líderes políticos han de tener permanentemente presentes un buen número de indicadores sociales que son los que les guían en su toma de decisiones.

Por lo general, son los indicadores positivos que representan el bienestar social alcanzado, qué es el patrón con que se miden las democracias de los países occidentales: lo que los gobiernos publican a través de todos los medios de propaganda posibles, con el fin de mostrar y convencer de las excelencias de la gestión realizada. Siempre se procura mostrar que los buenos datos del país son el resultado de una buena acción de gobierno.

Algunos indicadores del país suelen ser mostrados en forma de evolución anual del PIB, del ahorro, de la disminución del desempleo, del aumento de las exportaciones, del aumento del presupuesto en educación o en sanidad, o en subsidios o en jubilación o en el aumento de la esperanza de vida, el aumento del ahorro, o el aumento de la inversión extranjera; o el aumento del turismo o el número de pasajeros en cualquier medio de transporte; la reducción del déficit, la reducción o contención de la inflación, etc. Todos estos datos y otros muchos se divulgan solo en el caso de que sean positivos y se puedan asociar a la buena gestión del gobierno. Otro tipo de informaciones que se publican de forma notoria son los que establecen comparaciones con otros países en las que salimos beneficiados de forma notoria, como pueden ser los de crecimiento, cuando son superiores a los de los países de nuestro entorno, los de industrialización, los de turistas, los de producción de vino, o aceite, o los de accidentes de tráfico. Todo vale, si la nación queda en buen lugar.

Gráfico 1- Evolución del PIB per cápita. Tipo de grafico que gusta mostrar a los gobiernos
Además, de paso, estas informaciones contribuyen a reforzar el sentimiento patriótico de identidad colectiva, que siempre es buscado por todos los gobiernos de cualquier ámbito.

Por el contrario, los partidos políticos de la oposición (pernicioso nombre que lleva tal carga de significado negativo que siempre conduce a oponerse a cualquier acción de gobierno, con o sin razón) se dedican a contradecir e intentar contrarrestar cualquier propaganda gubernativa.

Cambios en la opinión pública

En muchas ocasiones, cuando un partido político en el poder pierde las elecciones, la pérdida de confianza de los ciudadanos y de los electores no suele ser por la caída brusca de los indicadores de bienestar social sino por la entrada en juego de algunos factores de malestar social.

A veces, en algunas épocas, aunque ni los políticos ni los ciudadanos perciban un declive de esos indicadores de bienestar social, se produce un fenómeno, un acontecimiento salta una chispa, un detonante, que origina un cambio de opinión de una parte significativa de la sociedad que hace caer a un gobierno. Para que se produzca un cambio de gobierno se ha de producir un vuelco electoral que consiste en que muchos electores dejen de votar al partido que gobierna y otros muchos voten mayoritariamente a un partido de la oposición. No solo es necesario que se produzca un malestar social concreto, sino que es preciso que exista un catalizador social que intervenga e influya propiciando un cambio en la opinión pública la campaña electoral. El malestar en cuestión ha de ser magnificado, hecho visible y elevado a una potencia de protesta que despierte en los ciudadanos su rebeldía, y los hechos que los producen han de presentarse como trascendentes para la sociedad.

Detección del malestar

Los gobernantes cuentan con herramientas de observación sociológica para conocer el todo momento la opinión de la sociedad y para atajar los principales problemas manifestados por los ciudadanos. Uno de estos observatorios es el Centro de Investigaciones Sociológicas que pregunta con regularidad a los españoles cuáles son los problemas que creen que hay en España y cuáles les afectan; en la tabla siguiente se ven cuáles son las respuestas del Barómetro del CIS del mes de enero. Sin duda, es un interesante termómetro para ver cuáles son algunos de los factores que pueden intervenir en una sensación general de malestar social. No obstante, no creo que ninguno de los problemas que aparecen en los primeros lugares en estas encuestas sean “per se” los causantes de un vuelco electoral y, por lo tanto, supongo, que les preocupa relativamente a los gobiernos.

Además, como puede verse en la tabla número 1[7], al haberse segregado las respuestas que identifican los problemas que aparecen en el orden número 3, 4, 5 y 8, que se refieren a la política, los políticos y la corrupción, se distorsiona el resultado, pues de haberse agrupado el principal problema de los españoles, incluso muy por encima del paro sería “la política, los políticos y la corrupción”.

Tabla 1.- Principales problemas en España. Barómetro del CIS enero 2020

En el siguiente gráfico, he recogido la percepción de los españoles sobre los problemas de España en los barómetros del CIS de este año. El análisis continuo de los resultados de este Barómetro permite observar cuales de los problemas se convierten en estructurales:

Gráfico 2- Problemas en España enero-abril 2020.

Entre los problemas crecientes manifestados por los españoles se encuentran los problemas de índole económica:
Gráfico 3- Evolución de problemas de índole económica (Gráfico El plural. Fuente CIS)

Gráfico 4 Capital de los más acaudalados 

Uno de los problemas que más malestar social produce es la desigualdad, pero eso no aparece en los barómetros del CIS, aunque puede ser el resultado inevitable de cualquier análisis sociológico.

Los gráficos de la riqueza de los más ricos no dejan dudas, desde 2012 no han parado de crecer y su riqueza es un 54% mayor que en 2012. En estas barras, la evolución del capital de los más acaudalados en España desde el inicio de la crisis:       

Gráfico 5: Personas con más de 1 millón de $
 

En el gráfico número 5, la evolución del número de personas que poseen activos superiores a un millón de dólares en España, también desde 2008. Son los datos que arroja el informe anual de riqueza mundial para 2017 de la consultora Capgemini. A nivel mundial, en 2025 será un 56% mayor de lo que es hoy.

Gráfico 6- Personas con más de un millón de $ para invertir.






En el gráfico número 6 se ve como después de la crisis financiera y de la construcción de 2008, con los recortes que se han practicado y la precarización del empleo para muchos, el número de personas que han incrementado el ahorro y sus reservas financieras teniendo capacidad para invertir un millón de dólares se ha multiplicado por dos.

Podemos poner como ejemplo, cómo la situación del desempleo no ha jugado un papel sustancial en las contiendas electorales.

Gráfico 7- Evolución del paro y cambios de gobierno (Gráfico El País. Fuente EPA)











En el gráfico número 7 se puede apreciar como los cambios de gobierno se han producido en todas las situaciones de desempleo, cuando el paro está alto y cuando está bajo, cuando el paro está al alza como cuando está en descenso. No parece que el desempleo, que suele aparecer como el principal problema de los españoles sea el principal malestar que propicie un cambio electoral.
 
El paro, los problemas de índole económico, tener un trabajo precario, entre los que se encuentra la pobreza, la falta de una vivienda digna, la salud, la injusticia, la inseguridad, son problemas sociales que no proporcionan el bienestar social a que aspira la ciudadanía, pero no parecen ser factores que determinan un vuelco electoral. Quizás sean otros elementos los que proporcionen el malestar social electoral, como un deterioro rápido de las condiciones de vida, la rabia ante la desigualdad económica de los miembros de una sociedad, o quizás otros valores como la pérdida de libertades, la opresión, la falta de igualdad de oportunidades, todo lo que produzca desconfianza de que un partido o su líder no sea capaz de controlar la situación y gobernar con eficacia, o la sensación de que nos engaña o que se aprovecha de nosotros, la corrupción el fraude, la mentira. Son factores más emocionales los que pueden producir un cambio gubernativo. Cuando se detecten algunos de esos factores será el momento en el que quienes se sientan en disposición de provocar el cambio, instrumentalizarán estas causas para debilitar y reclamar de los ciudadanos el uso de su poder para producir el cambio: el voto.

El informe FOESSA[8] de 2019 refiriéndose a la indignación y el malestar recoge:
“(…) ha aumentado la insatisfacción con la democracia y la desconfianza hacia los partidos políticos. España es en la actualidad uno de los países de la Unión Europea donde más personas se muestran insatisfechas con el funcionamiento de la democracia”.

En la segunda parte expongo algunos casos históricos de malestar social, los cambios electorales en España y las conclusiones de este ensayo. Ir a la Parte II.

[1] Pardo, José Luis (2017) La era de la Perplejidad: Repensar el mundo que conocíamos. El malestar en la política. Madrid, BBVA, OpenMind, Penguin Random House Grupo Editorial.

[2] Diaz Ricchini, S., & Cerdeira Gutiérrez, I. (1988). El malestar social. Cuadernos De Trabajo Social, (1), 129-142. Ed. Universidad Complutense. Madrid.

[3] Pérez, Fernández del Castillo, Germán. (2008) Modernización y desencanto: los efectos de la modernización mexicana en la subjetividad y la gobernabilidad, Editorial Miguel Ángel Porrúa. p. 11.

[4] Foucaut, M. ("La «gouvemementalité»"; curso del College de France, año 1977-1978. «Seguridad, territorio y población», 4° lección, 1 de febrero de 1978), Aut-Aut, n° 167-168, septiembre-diciembre de 1978, págs. 12-29. https://web.archive.org/web/20051227121806/http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/foucault_gubernamentalidad.htm Acceso, 7 abril 2020.

[5] Foucaut, M. Op. cit.

[6] Machiavellli, Niccoló. El Príncipe. Espasa Calpe S.A. Colección Austral, 1939. p. 39.

[7] CIS. BARÓMETRO DE ENERO 2020 Estudio nº 3271. Enero, 2020.  http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/3260_3279/3271/es3271mar.pdf Acceso 20 abril, 2020.

[8] Zubero, I. & Silvestre, M. (coord. 19) Informe FOESSA 2019. 


Este ensayo fue elaborado en abril de 2020.

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